Seguimos enfadándonos por estupideces, queriéndonos a veces. Al fin de cuentas,sería imposible seguir sin saber que estás aquí.
No me dejes, mi vida, no me dejes, que no puedo sin ti. No me dejes, aún no..
Ya ves, sigues siendo el primer pensamiento al despertar, un desgarro de mi alma sigue vivo en mí, que pasa el tiempo y no mis ganas. ¿Qué tal? Si quieres que te diga la verdad, no he dejado ni un segundo de pensar en ti, mi perfume es el aroma del último beso que te di, se me olvidaba que no volverías.. cuánto tiempo sin verte, no dejé de quererte, vivir con tu recuerdo no me es suficiente.
Subimos hasta el último piso y de ahí a la azotea, al principio me asusto, y empiezan los vértigos, él lo nota y me coge la mano. Nos acercamos al filo, y miramos desde allí toda la ciudad, sigo sin saber qué hora es pero por la cantidad de luces que hay, debe ser madrugada. Él me empieza a susurrar "¿Ves? aquí ya no llegan tus problemas, no son tan grandes." Me estremezco al notar su voz en mi oreja y su aliento en mi cuello."Cuando tengas un problema más grande que todo esto..." hace un gesto para abarcar toda la ciudad "... valdrá la pena que vuelvas a ese sitio."
Y tenía razón, desde entonces, cada vez que tenía un problema subía a la azotea de mi edificio y desde allí me daba cuenta de que nada es tan importante como para volver a desear tanto acabar con todo como lo deseé yo aquel día.
Y tenía razón, desde entonces, cada vez que tenía un problema subía a la azotea de mi edificio y desde allí me daba cuenta de que nada es tan importante como para volver a desear tanto acabar con todo como lo deseé yo aquel día.
domingo, 11 de diciembre de 2011
Y dejé caer algunas gotas sobre mi cara intentando limpiar mi mente de recuerdos.
Comencé a caminar despacio, apenas podía respirar. Quise girar mi cabeza, sólo para guardarme su último recuerdo, pero el orgullo pudo conmigo. Siempre igual. Algo dentro de mí quería gritar cuánto lo iba a extrañar, pero hice lo posible para callar mi voz. No quería atormentar aún más su sufrimiento, yo sabía que él me extrañaría más. Comencé a apresurarme entonces, temí que viniera tras mis pasos. Sé que nunca pudo entender que las despedidas son parte de los encuentros. Quise mirar la hora, pensé que los minutos no habían pasado. Y me dí cuenta que nunca uso reloj. El seguía allí parado, viéndome partir. Pude sentir su presencia, inmóvil a dos metros de mí. Seguí caminando, inerte. Cerré mis ojos por un instante, y un mundo de recuerdos pasó por mi mente. Su voz, su sonrisa, nuestros besos. Siempre supe que no sería eterno. Pero no aceptaría el final. Proseguí mi camino como pude. Y después de un largo rato me di cuenta que había comenzado a lloviznar. Miré al cielo y deje caer algunas gotas sobre mi cara intentando limpiar mi mente de recuerdos. Algo posible sólo por unos segundos. Y pensé en voz alta, la frase que él siempre decía: Somos magia, amor, un instante de ilusión que durará para siempre. Y no pude evitar sonreír. Ya había caminado lo suficiente. Había dejado de sentir su presencia. Había pasado el tiempo, anochecía. Hubiera vuelto corriendo a buscar un último beso, pero ya era tarde y nuestros caminos, opuestos. Y él ya no estaba allí. Había aceptado que no éramos eternos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)

No hay comentarios:
Publicar un comentario